El momento de la “U” es peculiar: todo parece cercano y sin embargo en algunos casos puede tratarse de espejismos. Sin duda estamos más cerca de ganar el campeonato que de tener un estadio propio, más cerca de los récords que de consolidar un equipo con un funcionamiento vistoso, efectivo y a toda prueba. Pero casi todo son triunfos: ocho partidos ganados y uno empatado. Sobre el estadio sólo diré que nos hemos cansado de pedir transparencia, de suplicar que no nos engañen nuevamente. Tantos voladores de luces, planes alternativos, expectativas, papeles que faltan. Otros que alguien olvidó revisar con detención. Creo que es el momento de que todos le cobremos la palabra a don Carlos Heller, sin hacer más ruido, él la ha empeñado firmemente, ha insistido en los plazos y no merecería perdón de Dios si nos falla.
La copa está ahí, a ocho fechas. Todo parece sideralmente más fácil que la semana pasada, por los cinco puntos de ventaja, por que tenemos un calendario más favorable que nuestro rival más directo y menos problemas en el plantel.
Pero, tras un partido realmente malo, como fue el que pese a todo le ganamos a la Universidad de Concepción, en que inexplicablemente perdimos el rumbo y el estilo, nos encomendamos a todos los santos para que todo volviera a ser como antes. El trabajo del equipo en el triunfo frente a Audax Italiano nos calmó, pero deja sin embargo algunas dudas.
Pese a tener muy buenos desempeños individuales en defensa, nos hacen más goles de la cuenta. Cuesta explicarlo y ahora será un gran desafío enfrentar esa realidad con Osvaldo “Rocky” González lesionado. Pero a mi juicio lo más complejo es la manera como enfrentamos los cambios de curso en los partidos: cada vez que la “U” se ha visto en ventaja aparentemente tranquilizadora en los últimos partidos, los hombres de Lasarte han implementado una estrategia de renuncia al ataque, de cuidar el marcador.
Especialmente notorio fue aquello con Audax Italiano, un partido absolutamente controlado después de anotar el tercer gol, que se complicó sólo porque quisimos. Era la oportunidad de arrasar, de golear a un rival golpeado por el marcador y también literalmente por nuestros jugadores y los de su propio equipo (en desafortunadas jugadas). Hablo tres lesionados de trascendencia en el equipo itálico que anunciaban que todo había acabado. Pero nuestro estratega prefirió cuidar el triunfo. Es razonable quererlo, pero la manera de hacerlo es la que nunca hemos buscado en la “U”: arroparse con muchos hombres atrás. Es una apuesta tan peligrosa como ir por más: aleja la pelota del área rival, nos expone al error, agranda al adversario. Tan peligrosa como ir por más y, por cierto, menos vistosa, excluye la posibilidad del juego lindo y de la goleada.
Es legítimo que nuestro entrenador confíe más en un estilo conservador, pero es claro que al hincha no le gusta, le incomoda y el desahogo de la victoria nos hace olvidar lo cerca que estuvimos de empatar. ¿Qué pasará si en un partido de los que vienen no tenemos la misma suerte? Siempre estaremos ahí, no somos los que pedimos “que se vayan todos”. Pero sería muy doloroso, demasiado. Cuando el campeonato comenzaba me cansé de pedir a los escépticos que le dieran una oportunidad a Lasarte, (sin un gramo de convicción personal, por cierto) A la fecha don Martín la ha aprovechado magistralmente su tiempo para cerrar muchas bocas.
No perdamos lo avanzado entonces simplemente por no querer hacerlo. Seríamos el hazmerreír de todos y en primer lugar de los cruzados.
Don Martín, por favor, ganemos lo que queda buscando incansablemente el triunfo durante los 90 minutos, sin tanto temor. Pase lo que pase estaremos ahí si no somos campeones.
Por Roberto Rabi @rabigonz